miércoles, 9 de junio de 2010

Inercia violada: UNA LÁMPARA EN UN CUARTO DE ALQUILER.

miércoles, 9 de junio de 2010


La perspectiva desde aquí arriba es interesante. Y cálida, muy cálida. Edison debía de saber sobre calores. Entre calores y colores cálidos, la veo atusarse el pelo. Sólo veo su pelo atusado, las manos morenas, y dos pechos desafiando los confines del sujetador. La perspectiva, que es interesante pero muy verticalista.

-Paseíllo. –dice una mano francesa que abre la puerta.

Y al salir ella, entonces veo su culo canela apretando el bordado de encaje de sus bragas zalameras.

Un minuto y vuelve.

No vuelve sola.

Él es calvo, alto y desgarbado, con bigote negro, la mirada cansada y las manos alegres. La atrae de la cintura, y quiere besarla.

-Ducha papito.

Le pierdo de vista tras la otra puerta, y en poco segundos escucho caer el agua.

-¿Cómo te llamas?- le pregunta gritando.

-Priscilla.

-¿Brasileira?

-Sí papi.

Mientras el putero bigotudo canturrea under the rain, veo a la puta que se hace llamar como una puta, rebuscando en sus cajones de medias de blonda y vestidos brillantes.

Priscilla parece encontrar lo que busca.

Priscilla exprime en su mano ese tubo y se la lleva con gel al desierto que reposa bajo sus bragas rameras.

Priscilla frota y refrota sus muslos, calentando la falacia lubricada como yo caliento la estancia de amor alquilado.

Ya sale el calvo, ya sale hambriento, torero, estoque en mano, cañí, entregado.

Se arrodilla Priscilla y le vende su sueño, salivante, ciega, asfixiada, hasta dentro.

Empuja, experta, poco a poco al calvo a la cama, empuja sus piernas, entre bocanada y bocanada. Lo empuja, lo tumba, lo besa, lo abraza.

Libera sus pechos, se quita las bragas.
Preserva, se ensarta y cabalga, y cabalga.

-Gustozzo. – le engaña.

Y gime, y revuelve, y destroza su calma.

No paran las manos del calvo en el cuerpo vendido de la hermosa mulata y un golpe en la puerta avisa de que el tiempo se acaba.

-Lo quiero en tu cara.

Y Priscilla se encoje a su lado en la cama, libera de goma el cañón y espera su bala.

Se acaban los versos. El calvo se marcha.

Priscilla se duerme, ni siquiera se lava.

La mano francesa se adentra, deja un billete sobre una sandalia, y antes de cerrar la puerta, me apaga.

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